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Pirámides de Teotihuacán

El día empezó agitado, puse mil alarmas, pero cometí el error de no levantarme de la cama (juro que estaba despierto), y me quedé dormido. Me arrancó de la cama el teléfono de la recepción. El transfer estaba afuera esperando, salté de la cama, me vestí, me cepillé los dientes, me lavé la cara y corrí al ascensor. 


Teníamos un viaje de una hora por delante, paramos para desayunar algo, y seguimos camino. Quedé alucinado al ver teleféricos que cruzaban de una punta a otra de la ciudad. Como en toda gran capital la gente vive en las afueras y viaja horas (si horas, no exagero) para ir y otras tantas para volver de su trabajo, que como es de esperar está localizado en la parte central de la ciudad (El Centro). 


Llegamos a la zona de las pirámides, un guía nos recibió, nos contó un poco de la civilización teotihuacana, cómo obtenían colorantes de plantas, como extraían papel o hacían armas para cazar. Vimos diferentes tipos de piedras de gran variedad y belleza.

Con Luis P. probamos diferentes tipos de licores/brebajes: almendras, pistachos, algunos con más graduación alcohólica que otros, y probé de esas botellitas que tienen el gusanito adentro. Para mi sorpresa ni me maree ni me cayó mal al estómago. 

Compré recuerdos “estilo Coco” y algunas otras cosas típicas del lugar y su cultura.


Pagamos la entrada a las pirámides de Teotihuacán. Vimos unos puestos de venta de artesanías y compramos sombreros porque el sol estaba muy fuerte y nuestras peladas prominentes (y sin protector solar).


Una historia fascinante la de los teotihuacanos, en su momento fueron la población mas grande del planeta. Allí llegaron años mas tarde los Aztecas y se encontraron con todas estas edificaciones maravillosas. Compuesta de dos pirámides (la del sol y la de la luna), con un camino estilo calle que separa las edificaciones, los Aztecas erróneamente pensaron que eran tumbas. 


Muchas pinturas en los murales, con colorantes que aún se mantienen vigentes. Escalones para subir, escalones para bajar, por momentos daba un poco de miedo porque algunos eran muy angostos. 


Muchos animales que representaban el agua, la tierra, el aire (tortugas, jaguares, águilas, etc.) Cada paso que dábamos era recorrer mucha historia, que estaba ahí frente a nuestros ojos. Imposible no sentir que estábamos en un lugar sagrado, muy pero muy especial. Me sentí bendecido por tener la oportunidad de conocer semejante cultura.


A la vuelta pasamos la plaza de la Constitución, informalmente conocida como el Zócalo, se trata de la plaza principal de la Ciudad de México.
Se trata de una plaza muy grande con una bandera mexicana enorme flameándose al viento. Rodeada por la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México al norte, el Palacio Nacional (sede del Poder Ejecutivo Federal) al este, el Antiguo Palacio del Ayuntamiento y el Edificio de Gobierno.

Todos estos edificios fueron apuntados por nuestros celulares (qué raro es ya no tener cámaras de fotos). 

Caminamos entre miles de personas por una calle lateral, muchos locales de todo tipo, miramos, pero no compramos nada. Terminamos en una Iglesia antigua contemplando a la virgen de Guadalupe. 

Llegamos al hotel felices de la jornada que habíamos vivido. Comimos en el hotel y nos fuimos a dormir.

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Seguiremos ofreciendo un espacio para todos aquellos que quieran participar y colaborar en esta cruzada educativa, porque tenemos muy claro que estaremos constantemente: “Aprendiendo de los Animales de Laboratorio”.

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