ExpoBioterios2023: La Despedida

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Desde hace unos meses teníamos planificado el paseo en las trajineras el día sábado. Y así fue. Desayunamos con Hernán a la hora pautada (suena tan simple cuando sucede). Minutos más tarde llegaron Yvonne y Jorge F. (al volante) para llevarnos al paseo.

Expectativa vs Realidad. Esperaba un paseíto en un barco de colores, muy pintoresco pero no tan diferente a los paseos en barco que hice en los últimos años en Valdivia hasta el Santuario de la Naturaleza. Llegamos al “Embarcadero Nativitas” en Xochimilco y nos encontramos con el otro grupo integrado por Ricardo, Chantal, Luis P., Héctor, Josué y Sofía.

Subimos a la trajinera, su estructura era bastante sencilla, una mesa central larga con asientos de cada lado. De madera, colorida y un gondolero (¿estará bien dicho?) que era quién nos hacía navegar con sus remadas. Para mi sorpresa el viaje era más “extremo” de lo que parecía. Había tantas trajineras en el agua que cada cierto tiempo te chocaban, pues no cabían todas en el agua y el rio no era tan ancho en algunos tramos. Jorge me advirtió de que cuidara las manos y los brazos para evitar golpes o lesiones. Abrimos unas cervezas para brindar, el congreso había sido un éxito y nos merecíamos un pequeño festejo. Para mi sorpresa en una mini barcaza aparecieron unos mariachis que al estilo barco pirata nos “invadieron”. Nos ofrecieron cantar ciertos temas clásico (se pagaba por canción) y todos nos pusimos a cantar con ellos, cerveza en mano.

Otras barcazas del tamaño de canoas se acercaban vendiendo lo que sea, desde sombreros, a choclos asados (o algo así), coronas de flores, cervezas, o cualquier tipo de atracción musical.

Había algunas trajineras que estaban unidas, repletas de gente festejando cumpleaños u ocasiones especiales.

Íbamos por unos canales al estilo Venecia, o al menos lo que creo que es Venecia, por momentos parecía que íbamos explorando una jungla con atracciones en sus orillas, vimos a un tipo con una pitón gigante (o similar) en la mano, un mini pig, muñecas colgadas en los árboles al estilo Breakman, y varias situaciones medio bizarras. Hicimos una parada para sacar fotos, estirar las piernas y retomamos camino (acuático).

Nos bajamos de las trajineras muy contentos,  ayudados por la cerveza, la buena compañía y por el paseo que superó ampliamente mis expectativas.

Cambiamos de vehículo y chofer. Fuimos con Ricardo, Chantal, Hernán y Luis P. hasta el Hotel para retirar el equipaje de este último. Se tenía que ir rápidamente para el aeropuerto (Espero verte pronto Luis querido)

Seguimos viaje hasta Coyoacán, que bien la pasamos recordando música mexicana y otras yerbas de los últimos 20 años (Luis Miguel, Alejandra Guzmán, Café Tacuba, Dua Lipa y varios más). El próximo ExpoBioterios cerrará con un karaoke.

Llegamos a Coyoacán, el lugar parecía detenido en el tiempo. El objetivo era comer en una cantina (“La Coyoacana”) pero había tanta gente que salimos a caminar por una plaza cercana, entramos a una Iglesia muy antigua, pasamos por una feria y seguimos dando pasos sin rumbo fijo hasta que Jorge me escribió que vayamos volando para la cantina que se habían desocupado dos mesas.

Con Jorge nos pedimos dos orejas de elefante (milanesa en argentino) que no pudimos terminar, eran gigantes. Y llegó la hora del Tequila, iba a ser el primero desde mi arribo a México, confieso que tenía cierta tensión, no soy de tomar, aunque en las pirámides tomé un poco de toco, incluyendo Pulque, “la bebida de los dioses”, la cual muchos mexicanos me confesaron que fue una locura haberlo hecho. Terminé el tequila, hice un control corporal, mental, estaba ok, intacto. Pedimos otra ronda de tequila. Venían acompañados de un vasito con un líquido rojo, ¿sería picante? Negativo, era salsa de tomate, todo bien con la salsa pero la prefiero en los ravioles del domingo. Segundo tequila adentro y la verdad que nada, la explicación estaba en la calidad del Tequila que habíamos pedido que nos permitía disfrutarlo sin sufrirlo.

Emprendimos el camino de vuelta al hotel, a modo casi de despedida, estábamos quemando los últimos cartuchos, empecé a mirar por la ventana de la camioneta tratando de retener en mi cabeza todos los paisajes que se me iban presentando. Esa sensación de que uno está acá pero la cabeza ya está pensando en las valijas (maletas), en el checkin, el aeropuerto, la salida del hotel, la llegada a casa. En fin, ya se siente ese ruido en la cabeza que no nos permite disfrutar de lo que nos está sucediendo.

Llegamos a la tarde (casi iniciando la noche) al hotel. Nos despedimos de Yvonne y Jorge. Les agradecimos todas las atenciones y ayudas recibidas desde nuestra llegada a México. Fue una estadía fantástica, un lujo.

Con Hernán teníamos ganas de ir a ver la lucha Mexicana, tan popular pero esa noche no había función. Como los dos estábamos llenos, habíamos comido un par de horas atrás, no había entusiasmo para ir a cenar, así que nos fuimos a nuestras habitaciones con la idea de juntarnos más tarde para dar una vuelta por la zona rosa.

Hicimos un brindis final en uno de los barcitos de por ahí. Y nos fuimos a dormir sabiendo que al otro día tocaba la retirada de tierras mexicanas. Me tocó despedir a Hernán desde la puerta del hotel. Más tarde caminé hasta un restaurant argentino, comí sólo, algo que no me había sucedido desde que estaba en México. Tomé mis cosas en el hotel y me fui para el aeropuerto.

Llegué a la zona donde hay que pasar el equipaje de mano, sacarse el cinturón, dejar las cosas metálicas en la cinta y toda esa vaina (quería usar esta palabra) y me percaté que no había hecho migraciones. O sea, no tenía un sello en mi pasaporte que dijera que salí de México. No quise meter la pata y me salí de la fila. Me acerqué a un flaco que era el que coordinaba ahí y me confesó que no tenía idea. Volví a la fila, dejé mis cosas en la cinta, me sacaron una botella de agua que me había quedado olvidada y seguí con mi preocupación a cuestas. Al salir a mi derecha leí migraciones en uno de los carteles y me tranquilicé. El problema es que no había migraciones por ahí, así que me volví al punto de partida y pude ver un puesto improvisado con un funcionario. Le pregunté cómo era el tema y me dijo que si no era residente mexicano que simplemente tenía que tomar el vuelo e irme (sin sellos, sin nada).

Todos los vuelos tenían asignado un número de puerta. El mío decía K, el chiste de que jugué a la ruleta todos los números y me salió una letra. Busqué la puerta K sin éxito. Qué calor había en ese aeropuerto. Le pregunté a una chica por la puerta K y me señalo que era para el otro lado (desde donde venía). Volví al punto de partida, decía K pero no había puertas, ¿Qué demonios pasa? Opté por preguntarle a un tipo que atendía con cara de aburrido un puesto de informaciones y la respuesta fue: “K es el sector, aún no está definido el número de su puerta”. Increíble, caminé y transpiré de gusto, siempre alguna me pasa.

El colmo fue entrar al baño del avión y no poder trabar la puerta desde adentro, la luz quedaba apagada y desde afuera se veía la luz verde de disponible. Pero yo estaba adentro, sosteniendo la puerta para que no la abran, pero haciendo fuerza por trabarla, se me fueron las ganas de ir al baño, solo quería salir pero ahora la puerta no abría. Quedé encerrado en el baño del avión. No lo podía creer, respiré, traté de usar la lógica para salir pero no estaba funcionando. ¡Qué vergüenza! ¿Y ahora qué hago? ¿Cómo pido ayuda sin hacer un escándalo? No sé cómo pero en el intento mil y algo pude abrir la puerta. Puse cara de aquí no ha pasado nada y me senté. Le eché la culpa a ese baño, pero lo cierto es que todos los que entraban y salían parecían no tener problemas. El vuelo era largo así que esperé un rato e intenté ir a otro baño, tampoco pude cerrar la puerta pero a oscuras me las arreglé para cumplir con mi objetivo.  Para salir no tuve problemas esta vez pero me dio mucha bronca de no entender que había pasado, si en la ida a México fui al baño y la puerta la pude cerrar sin dramas. Cosas que pasan.

El avión llegó a Santiago y luego de 9hs de espera tomé la conexión a Valdivia. En casa, con frío y lluvia. Hasta acá llegamos con el diario de viaje. Esperamos volver con este diario en ExpoBioterios Costa Rica o antes.

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