¿Realmente existe el instinto maternal o paternal? La ciencia lo pone en duda

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La percepción de la maternidad ha cambiado drásticamente a lo largo de las últimas décadas, llegando a ser sustancialmente diferente a la más aceptada el siglo pasado. Ahora las mujeres esperan más tiempo para tener hijos, y también prefieren tener menos que antes; muchas de ellas también prescinden de ello.

La adopción entre personas del mismo sexo también ha ido perdiendo poco a poco la tonalidad tabú. Y, de manera similar, la concienciación respecto a las personas transgénero ha permitido que incluso una mujer transgénero amamante a su bebé.

De modo que la idea tradicional de la maternidad (y la paternidad) no es para nada similar a la que tenían nuestros abuelos y ancestros, aunque esto no quiere decir que no sea válida. De hecho, la ciencia ha desestimado la existencia real de algo como un instinto maternal o paternal; al final, este comportamiento parece ser muy individual, y depende de algunos impulsores químicos.

¿Qué es el instinto maternal?

El instinto es una conducta innata que se transmite genéticamente entre los individuos de una misma especie. Gracias a ello, estos pueden reaccionar de una forma similar al experimentar determinados estímulos.

“La palabra instinto se refiere a algo innato o natural, que implica una respuesta conductual fija en el contexto de ciertos estímulos”, dice la Dra. Catherine Monk, psicóloga y profesora de psicología médica en los departamentos de psiquiatría y obstetricia y ginecología del Centro médico de la Universidad de Columbia.

La idea tradicional nos plantea que nacemos programados para exhibir comportamientos de cuidado, e incluso sabiendo cómo criar a los hijos. Pero en realidad las personas aprenden esta ardua labor sobre la marcha, a través de la experiencia, con modelos y, de hecho, en un continuo ensayo y error según lo que funciona y lo que no.

La oxitocina y su vínculo con el “instinto maternal”

En varias oportunidades hemos hablado de una sustancia llamada oxitocina, conocida también como la “hormona del amor”. Se trata de una molécula completa catalogada como neuropéptido que juega un papel significativo en la reproducción de los mamíferos y en la crianza de los hijos.

La oxitocina hace presencia en diversos aspectos del vínculo de una pareja, como el orgasmo, las caricias y el contacto visual; también en lo referente a la crianza, mediando las contracciones del útero, la secreción de la leche materna y reforzando el vínculo entre los padres y los hijos.

Pero, ¿es válido afirmar que la oxitocina es la causante del instinto maternal o paternal? Pues bien, puede que haya un vínculo fuerte, pero el significado de la palabra “instinto” es sumamente complejo como para atribuirlo a una sustancia.

Una hormona que promueve el comportamiento maternal y parental

Podemos usar un estudio publicado en 2015 en la revista Nature como base para comprender su funcionamiento. En condiciones de laboratorio “normales”, los ratones hembra vírgenes escuchaban el llanto de los ratones bebés, pero los ignoraban; en algunos casos, hasta sucumbían a conductas caníbales comiéndoselos.

La situación fue muy diferente al exponer a los ratones madre al llanto de los ratoncitos; en este caso, su respuesta fue la búsqueda del origen del llanto y, posteriormente, cuidar de la cría.

Pero al inyectar oxitocina a los ratones hembra vírgenes la situación cambió; el canibalismo cesó y, en su lugar, surgió un comportamiento maternal similar al que mostraron las madres. Las hembras vírgenes actuaban y respondían a las crías como madres incluso a nivel neuronal.

Podríamos estar ante un aparente ejemplo de instinto maternal en mamíferos, pero analizándolo bien, con la definición que dimos, ¿coincide este con un comportamiento instintivo?

¿Qué tan cierto es que el cerebro de las mujeres está programado para la maternidad?

La idea de que existe un instinto maternal o paternal pierde aún más fuerza con el análisis de los siguientes experimentos. Al inyectar oxitocina a los ratones macho, estos tardaban más en experimentar el cambio de comportamiento. Las ratonas vírgenes aprendían a encontrar a los ratones en 12 horas, mientras que los machos se tardaban entre tres y cinco días.

Esto podría sugerir que los cerebros de las hembras sí vienen con una programación innata para la maternidad, lo que podría a su vez afirmar que existe un instinto maternal. Sin embargo, un estudio publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences en 2015 también desafía esta idea.

Los resultados mostraron que el cerebro de la mayoría de los humanos sigue un patrón de rasgos singulares muy complejos; sí es cierto que algunos se mostraron más en mujeres que en hombres, y viceversa pero, en general, este mosaico de rasgos fue similar en ambos sexos.

Dicho de forma más simple, no parece haber diferencias tan arraigadas entre el cerebro de un hombre y el de una mujer como para afirmar que el de esta última venga con un chip de maternidad.

La maternidad fue un sinónimo de éxito en sociedades pasadas

Ya sabemos que hay una variedad de impulsos químicos que detonan ese comportamiento que a lo largo de nuestra historia hemos identificado como instinto maternal. Pero no solo hay factores internos involucrados, sino también factores externos, muy vinculados a las estructuras sociales humanas.

“Buscar el éxito es una motivación evolutiva en los humanos”, afirma la antropóloga Lisa McAllister de la Universidad de California, Santa Bárbara. “Hemos desarrollado un impulso para buscar el éxito. Los individuos con más éxito en una sociedad son aquellos que tradicionalmente dejarían más descendencia y por lo tanto podrían estar más representados en la siguiente generación”.

Esta era la concepción tradicional en el pasado, y de hecho, sigue siéndolo en tribus modernas de cazadores-recolectores. En cambio, en las zonas urbanas observamos comportamientos similares, aunque muchos estarán de acuerdo en que la concienciación empresarial sobre la maternidad aún es limitada. Y, en su afán de tener éxito, las mujeres, como humanas, optan por retrasar o evitar esta faceta.

Pero en nuestra sociedad actual el éxito tiene un significado diferente; ahora el trabajo, el dinero, las posesiones e incluso el estatus social son indicadores de éxito. Esto explicaría también por qué ese supuesto instinto maternal o paternal ya no es tan común como antes. “La psicología interna de cómo medimos el éxito ha cambiado en nuestra sociedad”, dice McAllister.

¿Existe el instinto maternal? Todo parece indicar que se trata de un mito

El instinto maternal plantea que, inmediatamente después del nacimiento del bebé, la madre experimentará sentimientos y actuará en pro del bienestar del niño. Y aunque la mayoría de los casos muestran que sí, los expertos en el tema descartan que se deba a un comportamiento instintivo.

Por ejemplo, un estudio realizado en 2018 mostró que los sentimientos de afecto que tanto acompañan esta teoría no necesariamente se producen justo después de dar a luz. Algunas madres los desarrollan varios días después del nacimiento, mientras que otras luchan por sentirlos varios meses después.

Luchar es un verbo acertado considerando la presión social arraigada a la maternidad y nuestro continuo interés por coincidir con las normas. Y es que, cuando una mujer no experimenta dichas sensaciones, muchas veces pasa a sentir culpa, angustia y depresión y ve su maternidad como un fracaso.

Hoy más que nunca debemos ser conscientes de que, aunque sí, nuestro instinto de supervivencia y necesidad de permanencia en la Tierra motivan nuestra reproducción, cada ser humano es único y experimenta de manera particular.

La conclusión es que ni el instinto maternal ni el paternal existen, al menos bajo evidencia científica, pero esto no quiere decir que quienes “no lo experimenten” estén en desventaja. Los vínculos humanos también son complejos.

Referencias:

Nota publicada originalmente en Tekcrispy.com

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