Descubren cómo hacer ejercicio protege a nuestro cerebro

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De vez en cuando nos encontramos algún artículo que nos habla sobre lo beneficioso que es el ejercicio para nuestro cuerpo. Sin embargo, si bien está más que demostrado que el ejercicio contribuye notablemente a mantener una buena salud cardiovascular, a disminuir las caídas, el riesgo de fracturas en la tercera edad y a otros muchos beneficios, seguimos sin entender del todo bien cómo le afecta la actividad física a nuestro cerebro.

Un estudio acaba de arrojar luz sobre este problema desde una perspectiva bioquímica. Y aunque son muchos los estudios que, desde la epidemiología, han encontrado una fuerte relación entre hacer ejercicio y una mejor salud cerebral y psicológica, no sabemos de qué modo concreto se relacionan ambos conceptos. Había que buscar el proceso, el cambio que produjera en las estructuras básicas del cerebro y eso es lo que parece haber logrado un reciente estudio de la Universidad de California-San Francisco.

De ratones y hombres

Es importante resaltar algo más, un detalle que puede llevar a confusión. El estudio que acaba de publicarse no destaca por ser el primero en encontrar las alteraciones bioquímicas aparentemente responsables de que el ejercicio contribuya a proteger el cerebro y nuestra cognición. Hay estudios previos con ratones que no podemos obviar, investigaciones cruciales para orientarnos en este campo y saber cómo abordar un problema tan complejo y amplio. Sin embargo, por importante que sea la experimentación con modelos animales, no podemos extrapolar a nosotros a cualquier cosa que les ocurra a ellos. Tenemos un funcionamiento diferente, distintas costumbres y, en resumen, no somos idénticos, algo evidente a todas luces.

Lo que realmente hace importante a este estudio es que, según dicen los propios investigadores: “Nuestro trabajo es el primero que utiliza datos humanos para demostrar que la regulación de las proteínas sinápticas está relacionada con la actividad física y puede impulsar los resultados cognitivos beneficiosos que observamos”. Vamos a traducir parte por parte esta frase, la cual resume bastante bien el contenido de la investigación.

Traduciendo la jerga

Para entender bien la frase de los expertos (concretamente de Kaitlin Casaletto) debemos desgranar un poco el término “proteína”. Lo escuchamos mucho, pero no nos suelen contar bien a qué se refiere. Las proteínas son moléculas, como también lo son las grasas y los azúcares. Sin embargo, la diferencia radica en los ladrillos básicos que forman a las proteínas. Podríamos compararlas con un collar de cuentas donde, cada una de esas cuentas, son otras moléculas llamadas aminoácidos. Los aminoácidos son apenas 20 sustancias diferentes que producimos al seguir las instrucciones de nuestro ADN, esa es la clave. A partir de nuestra información genética producimos aminoácidos que se enlazan en cadenas que se pliegan siguiendo unas reglas y formando así proteínas.

La segunda clave es, precisamente, que se plieguen, porque a ello, a su forma, le deben normalmente su función. Y las proteínas resultan ser las responsables de la mayor parte de procesos de nuestro cuerpo: cortar a otras moléculas, permitir el intercambio de sustancias en nuestras células, captar oxígeno, etc. Ahora bien, hay muchos lugares donde podemos encontrar una infinidad de proteínas diferentes, pero en este caso hablan de las sinápticas y para comprenderlo hay que hablar de las neuronas.

Neuronas y barrancos

Las neuronas son una de las células principales de nuestro cerebro. Tienen una forma que, estereotípicamente, nos recuerdan a un árbol, con sus ramas, su tronco y sus raíces (respectivamente llamadas dendritas, axón y axón terminal). Esta forma (y las proteínas que hay en la membrana que las separa del exterior), son claves para que puedan conducir la electricidad. Como si fuera un árbol golpeado por un rayo, la electricidad llega por las dendritas (ramas), se trasmite por el axón (tronco) y llega a las raíces (axón terminal). Y así funciona nuestro cerebro, nuestras memorias y pensamientos, mediante una serie de trasmisiones eléctricas entre neuronas que permiten hacer algo parecido a “cálculos”, sumar, restar, ponderar, etc.

Pues bien, aunque algunas neuronas se tocan y la electricidad pasa directamente de una a otra, por lo general entre el axón terminal de una y las dendritas de otra hay un espacio vacío, la llamada hendidura sináptica. Cuando la electricidad llega al axón terminal no puede cruzar la hendidura, así que libera unas proteínas conocidas como neuromensajeros, que salvan ese espacio vacío y llegan a las dendritas de la siguiente neurona. Pues eso es lo que significa la frase inicial de Casaletto, que el ejercicio físico parece aumentar la cantidad de moléculas mensajeras que hay en esas conexiones entre neuronas, facilitando la comunicación entre neuronas. Estudios previos del mismo equipo habían encontrado una relación entre la salud de estas sinapsis, por decirlo así, y el buen estado cognitivo de los pacientes.

QUE NO TE LA CUELEN:

Estudios previos de Casaletto ya apuntaban que, el ejercicio, reducía la relación entre la aparición de placas de proteína beta amiloide en las neuronas y el acúmulo de otra proteína llamada Tau, así como que la reducción de Tau ayudaba a amortiguar la neurodegeneración propia de enfermedades con depósitos de beta amiloide, como el alzheimer. No obstante, a pesar de lo bien que puede sonar, la hipótesis amiloide no acaba de dar sus frutos, al menos no en su forma más clásica. Tras décadas de rastrear este depósito de proteínas como la posible causa del alzheimer, los resultados no tienen la solidez que, para muchos expertos, deberían.

REFERENCIAS (MLA):

Casaletto, Kaitlin et al. “Late‐Life Physical Activity Relates To Brain Tissue Synaptic Integrity Markers In Older Adults”. Alzheimer’s & Dementia, 2022. Wiley, https://doi.org/10.1002/alz.12530. Accessed 10 Jan 2022.

Nota originalmente publicada en LaRazón.es

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